Karen Christence Blixen

“Pido humilde y realmente perdón a los cazadores, cuyo éxtasis por la caza hasta ahora yo no había comprendido. No hay nada en el mundo como la caza.” (K.B.)

Su nombre de pila era Karen Christenze (en danés o Christence en inglés) Dinesen, aunque es más conocida por su pseudónimo literario Isak Dinesen. Nació en Rungsted en la isla de Zealand, Dinamarca, el 17 de abril de 1885 y falleció allí el 7 de septiembre de 1962 a la edad de 77 años. Esta escritora danesa supo recorrer mucho para la época en que tuvo que desenvolverse. Fue una mujer que vivió la vida y disfrutó de ella, escritora incansable, sus palabras son más que elocuentes cuando comentó “al descubrir la caza, un mundo de sensaciones se abrió ante mí”.

Una niña llamada Karen Dinesen

Los primeros años

Karen en su adolescencia.

Su familia era de muy buena posición, aunque durante su infancia sufrió algunos reveses, como cuando su padre, Whihelm Dinesen, militar y parlamentario, se suicidó en 1895 debido a la presión social por padecer una enfermedad vergonzante, como lo era en sus tiempos, la sífilis. Este hecho sería premonitorio, ya que Karen también sufriría este mal. Su padre fue quien le imprimió su carácter aventurero, había sido soldado de fortuna y trampero en Norte América en la zona de Sokaogan Chippewa. Finalmente retornó a Dinamarca, no antes de dejar un hijo con una nativa americana. Debido a ello su madre, Ingeborg Westenholz, se tuvo que hacer cargo de cinco hijos durante años y los pudo mantener gracias a la ayuda de su familia.

Karen, al igual que sus hermanas, recibió educación en las más prestigiosas escuelas suizas y estudió arte en París y Roma. Desde temprana edad fue una joven con muchas iniciativas y éstas le demostrarían que su país le quedaba pequeño para sus sueños. Ansiaba viajar por el mundo, conocer las grandes llanuras de América del Norte y seguir el camino aventurero de su padre.

 

Comienza la aventura

Junto a su esposo, Bror Blixen, en la granja de Mbogani.

Tras una breve relación con Hans Blixen-Finecke en 1912, anunció su noviazgo con el hermano menor de aquél, Bror, quien además, era su primo segundo. El barón sueco, Bror Blixen-Finecke, había nacido el 25 julio de 1886 y falleció el 4 de marzo de 1946.

En diciembre de 1913 Karen se embarcó en el vapor Admiral en el puerto de Nápoles hacia el África Oriental Británica, actual Kenia, cruzando por el Canal de Suez. No viajaba sola, llevaba a su gran amigo Dusk, un galgo escocés, y un copioso equipaje.

Al llegar a Adén, su novio, Bror, la sorprendió una vez más, al enviarle a su criado y quien sería su gran amigo, Farah, para recibirla en el puerto de Mombasa. Más tarde en una carta a su madre, que aparece en su diario, se referiría a él: “Farah es mi consuelo y apoyo, mejor que una doncella blanca, posee una gran delicadeza y sensatez. Además, los somalíes tienen unas maneras que parecen Grandes de España”.

No más llegar, en 1914, Karen contrajo matrimonio al día siguiente, celebrándose en dicho puerto, y no en Nairobi como se muestra en la película de Sydney Pollack, “Memorias de África”.

Compraron una granja a los pies de las colinas de Ngong, donde se dedicaron a la plantación de café, la Swedo-African Coffee Company, aunque y se la conoció posteriormente como The Karen Coffee Company.

En un safari con Bror y su nuevo rifle Mannlicher Schoenauer, regalo de éste, junto a dos leonas.

Karen y Farah (izquierda) en Mbogani y Dusk en primer plano.

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre sus primeras impresiones en el Negro Continente, nos dice: “allí había una nueva clase de libertad que antes no había conseguido siquiera soñar”.

De nuevo en sus notas, escritas posteriormente en Dinamarca, podemos leer “…llegué al Protectorado del África Oriental británica antes de la I Guerra Mundial, cuando aún se podía decir que las Tierras Altas eran un feliz coto de caza y cuando los pioneros blancos vivían en confiada armonía con los hijos del país. La mayoría de los emigrantes había llegado a África y permanecido allá porque la vida en aquel lugar les gustaba más que en su país de origen, porque preferían ir a caballo a ir en coche, y hacer una hoguera a encender la calefacción. Querían, como yo, dejar sus huesos en tierra africana”.

La Gran Guerra significó una separación de hecho de la pareja.

En su granja, a los pies de las colinas de Ngong.

 

Tras veinticuatro horas de viaje por el llamado “Tren Lunático” que corría entre Mombasa y Nairobi, atravesando las tristemente famosas llanuras de Tsavo, llegaron a una incipiente y polvorienta ciudad donde las edificaciones con techo de chapa ondulada eran legión. Y aún faltaban más de 20 kilómetros para llegar a su granja, M´bagathi.

Su marido, Bror, la iniciaría en la caza desde el primer momento, aficionándola para toda su vida “África había entrado en mi corazón con su fuerza inenarrable”. Sin duda, el virus de estas tierras la infectó de por vida, como suele hacer con todos los cazadores y, de hecho, nunca la pudo olvidar. A pesar de sus reticencias preliminares, como toda europea y/o europeo pos-victoriano, aprendió las lenguas aborígenes, como el suajili y se empapó de las costumbres locales a veces de forma grata y otras no tanto. Esto demuestra su carácter aventurero, ya que una señora procedente de Europa no solía adentrarse en tales situaciones, los nativos eran “sólo” la servidumbre. Pero, y ésta es una opinión propia, creo que la caza debió de haber sido el puente, ya que como sabemos suele nivelar las diferencias sociales.

Después de la derrota ante las tropas alemanas, Bror volvió a casa.

Karen en la aldea kikuyu.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los nativos la apodaban «la hermana leona» y se ganó el afecto de ellos por su coraje, buena puntería y habilidad como cazadora. Mientras que a Bror le decían Wahoga “quien anda como un pato”, cosa que le causaba gracia a su mujer.

En Kenia en 1918.

Realizó muchos safaris, no debemos olvidar que se encontraba en Kenia en su época dorada. Los primeros fueron con su marido Bror, como el de junio de 1914 en la reserva masai, y, posteriormente con su amante, Denys Finch Hatton; al margen de la necesidad casi diaria de suministrar carne al personal de la finca, disfrutaba de la actividad cinegética. En sus relatos ésta subyace en una Kenia ya ida en el tiempo, pero que aún emociona revivir. Además, las  mujeres con su particular punto de vista, enriquecen cualquier relato al mostrar algo más o simplemente, diferente.

En su Dinamarca natal y en Suecia había asistido a cacerías de faisanes, pero Bror la inició de lleno en la caza mayor regalándole un Mannlicher-Schoenauer del 6,5×54. Es reveladora una carta a su hermano Thomas: “Pido humilde y realmente perdón a los cazadores, cuyo éxtasis por la caza, hasta ahora yo no había comprendido. No hay nada en el mundo como la caza”. A su vez Bror escribió: “Tanne demostró ser una cazadora implacable”. Ya en su vez vejez le dijo a un amigo: “Si deseara revivir algo de mi vida pasada, sería ir nuevamente de safari con Bror.”

Su matrimonio estaba basado en la idea de compartir vivencias y aventura, pero el tiempo demostraría su dificultad. Por otro lado, la Primera Guerra Mundial separó de hecho al matrimonio con el alistamiento de Bror como oficial de comunicaciones en el contingente de Lord Delamere. De hecho, cuando ella estaba en la estación de Kijabe recibió un telegrama de su marido pidiéndole que enviara a alguien con provisiones para las tropas. Sin pensárselo dos veces reunió tres carros uncidos con 40 bueyes, varios criados y a su inseparable Farah, y recorrió los ciento cincuenta kilómetros hasta el campamento de Lord Delamere, en Narok, cerca del lago Natrón, en la frontera con la Tangañika alemana, donde se llevaba a cabo una guerra de desgaste entre ambos ejércitos. Tardó cuatro días en llegar y, tal como Pollack relata en su film, tuvo una noche que defender sus bueyes y gente de los leones.

En el porche de su casa con el personal interno.

Había descubierto otra faceta: la vida errante. Y nos dejó algo al respecto: “Está bien la vida nómada y es antinatural tener casa siempre en el mismo lugar; sólo se siente uno verdaderamente libre cuando puede ir en la dirección que se le antoje por las llanuras, acercarse al río al ponerse el sol, acampar por allí y saber que se puede dormir bajo otros árboles, otras vistas a la noche siguiente.”

Después de una derrota del ejército inglés, Bror volvió a casa y contagió a Karen de la temida sífilis. Recordemos que en esa época la enfermedad era como una sentencia de muerte, ya que las probabilidades de sobrevivir eran pocas. Pero la caza los volvió a unir y salieron de safari durante dos meses por los montes Aberdares. No obstante, la agudización de la enfermedad apuró su retorno a Dinamarca para la curación. De este modo, en 1915, la vida de Karen entró en un periodo tedioso y extremadamente largo en un hospital en Copenhague, durante el cual contó con la compañía de su hermano Thomas, único familiar que sabía de su enfermedad. Con la mejoría volvió a la fría la isla de Zealand donde soñaría con las cálidas sabanas keniatas “en las que el rugido del león se imponía”.

En 1916, Bror fue a visitarla a Dinamarca para interesarse por su salud, fue un rencuentro para la pareja en todo sentido. Y en 1917 ella retornó a Kenia, dejando la finca de M´bagathi por una casa nueva, Mbogani, “la mansión de los bosques” y es su propiedad más conocida, donde se filmó Memorias de África a los pies de las colinas de Ngong. Se dedicó a pintar y cazar, como en el safari con el barón y militar sueco, amigo de Bror, Erik von Otter. Con él mató dos búfalos y dos rinocerontes. De una carta a su madre se sabe que tuvo un corto y tórrido romance con el oficial, “llevaba tres años sin estar ante un fuego de campamento, por tanto, volver a tener esta experiencia y oír de lejos a los leones en la oscuridad fue como retornar al verdadero y auténtico mundo, donde ya había vivido una vez diez mil años antes”.

Los safaris le descubrieron otra cara de las mil de África.

La guerra y la sequía había dejado a la pareja llena de deudas y el desaliento se hizo carne en ellos, hasta que en 1918, Karen y Bror salieron de safari hacia Naivasha; revivieron viejos tiempos de caza, campamentos y charlas alrededor del fuego. Es interesante destacar que nunca dejaron de ser amigos, cuando no amantes. Como las deudas seguían acumulándose Karen y Bror decidieron ir a Dinamarca para saludar a la familia y recaudar fondos, pero esto último se encontró con la desconfianza de los Dinesen, sobre todo de los tíos, quienes habían aportado grandes sumas con antelación. La separación de la pareja estaba en el aire.

El matrimonio intentó limar las asperezas cosechadas, pero finalmente, en 1921, después de seis años de matrimonio se separaron. El divorcio se llevó a cabo en 1925, quedándose ella con la plantación de café, Mbogani. Él se dedicó a la organización de safaris demostrando ser un hábil profesional, hasta su temprana muerte en un accidente de coche.

Su hermano, Thomas Dinesen fue condecorado en la Gran Guerra por los aliados y quienes antes se apartaban de la presencia de Karen, que siempre fue remisa a dicha aventura bélica, ahora la invitaban a sus fiestas.

Los deslices del matrimonio siguieron de forma pareja, pues el 5 de abril de 1918, Karen conoció en el Club Muthaiga a quien sería su gran amor, Denys Finch Hatton, hijo de Henry Stormont Finch Hatton, decimo tercer Conde de Winchilsea, y de su esposa, Anne Codrington, hija de un almirante de la Flota británica. Siendo el tercer hijo y segundo de los varones no tenía mucho porvenir en la metrópoli; no obstante, y como correspondía a su familia, fue educado en el Eton College y Brasenose College.

Denys Finch Hatton.

En 1911, después de un viaje a Sudáfrica, recorrió el África Oriental Británica, y adquirió tierras en el lado occidental del Gran Valle del Rift, afincándose próximo a lo que hoy es Eldoret. Poco después de la presentación de la pareja le dieron un destino militar en Egipto, donde aprendió a pilotar aviones.

Regresó a Kenia después del armisticio, se rencontró con ella en una cacería en la finca de Mbogani desarrollando una estrecha relación con el matrimonio Blixen. Denys volvió a dejar África en 1920, para retornar en 1922, cuando ya Karen Blixen vivía sola e iniciaron su romance. Bror siguió siendo amigo de Denys, sin dar mayor importancia a este triángulo del cual ya no formaba parte. Tras el divorcio, en 1925, Finch Hatton, como ella lo llamaba, se mudó a su casa. En tanto, Bror quería casarse con Cockie Birkbeck, una acaudalada escritora de cotilleos.

A partir de entonces Denys inició su carrera como organizador de safaris, contando entre sus clientes a Marshall Field y al Príncipe de Gales, posterior y sucinto Rey de Gran Bretaña, Eduardo VIII, quien visitó el Protectorado de África Oriental Británica en 1928.

Entre las amistades de Karen se encontraba lo más notorio de la colonia de Kenia, como Berkely Cole, fundador del Club Muthaiga y familiar de Hugh Cholmondeley, tercer Barón de Delamere (ambos recibieron al presidente Theodore “Theddy” Roosevelt en su safari de 1909), y socio de Denys Finch Hatton. Otra mujer relevante en la vida de Karen fue la gran aviadora y deportista, Beryl Markham, con quien tuvo una larga amistad, a pesar de compartir ambas el amor por Denys, como ya veremos.

Karen y Denys en una cacería de leones en Mara.

En 1929 Karen se quedó embarazada y llamó in mente al futuro bebé, Daniel. Rápidamente le envió un telegrama a Finch Hatton comunicándole la buena nueva, pero él contestó “cancela la visita de Daniel”. Esto enfrió la relaciones de la pareja y él volvió en 1930 a vivir en el Club Muthaiga, donde conoció a Beryl Markham, iniciando un romance.

En 1930 Denys compró un avión que los nativos llamaron Nzige (del suajili langosta) y él Gipsy Moth (del inglés pulga gitana). Es interesante descubrir que el avión del conde Almasy se llamaba igual, aunque después el húngaro lo rebautizó como Rupert. Beryl Markham estaba encantada con la compra, posteriormente sería la primera mujer piloto en cruzar el Atlántico en solitario. Finalmente, llegó la tragedia, en 1931, cuando Denys Finch Hatton encontró la muerte en su Gipsy Moth y si a esto le sumamos los efectos de la Gran Depresión comprenderemos por qué Karen dio por finalizada su estancia en África. Él fue enterrado en Mbogani, la finca de Karen.

Siempre se refirió a África con cariño: “Si conociera una canción de África, pensaría en la jirafa y la luna descansando sobre su espalda, los surcos del arado en los campos y las dulces caras de los recolectores de café, pero ¿África conoce alguna canción que hable de mí?”.

Fue una defensora de los derechos de los nativos hasta el punto de hacerlo ante el Príncipe de Gales, quien la visitó en su granja durante su safari de 1928 con Denis Finch Hatton.

Nunca volvió a ese continente, aunque tuvo muchas visitas que se lo recordaban, como la nieta del jefe kikuyu, Kinanyui.

Su obra

A la edad de 20 años inició su labor de autora publicando relatos cortos en varios periódicos daneses, hacia 1905, firmaba sus escritos con el seudónimo de Osceola, el legendario jefe de la tribu Seminola de Florida. Con el tiempo usaría muchos otros, siendo el más conocido el de Isak Dinesen con el que escribió en 1934, Siete Cuentos Góticos, que fue galardonado como la obra del Año por el Club Americano del Libro. El éxito en los Estados Unidos le abrió las puertas de su propio país y publicándolo en danés el 25 de marzo de 1935, “Syv Fantastiske Fortællinger”.

Beryl Markham, famosa aviadora de su tiempo. Aunque amiga de Karen, fue también competidora por el corazón de Denys Finch Hatton.

Su siguiente obra es Memorias de África en Dinamarca (Den afrikanske farm, del danés ”Una granja africana”, 6 de octubre de 1937), también en Londres ese mismo año y en EE. UU., al siguiente, Out of Africa. Como el anterior, nuevamente es escogido como libro del año. Esta obra se divide en cinco partes al modo de drama donde narra con emoción y en clave de nostalgia sus vivencias en Kenia. La novela retrata la pérdida de la felicidad y la problemática diaria de la vida en una granja en África. Aunque melancólica, no es una obra triste, ya que sus vivencias le han servido para liberarse de las convenciones burguesas que la constreñían en Dinamarca, al hallar una sociedad más abierta como la británica por comparación coetánea. Ni siquiera tiene una visión trágica cuando ocurre el final de su relación con la muerte del aristócrata Denys Finch Hatton.

Su única novela fue “ Los Vengadores Angélicos” (1944), publicada bajo el seudónimo Pierre Andrézel, donde describe de un modo alegórico los sufrimientos de Dinamarca durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial. Entre los últimos trabajos de Karen Blixen se encuentran “Cuentos de Invierno” (10 de octubre de 1942), otro conjunto de historias acerca de lo sobrenatural, nuevamente es galardonado como la obra del Año por el Club Americano del Libro, y “Últimos Cuentos”, que se publicó el 4 de noviembre de 1957, título contradictorio, ya que no fueron ni los últimos cuentos publicados, ni los últimos que escribió.

“Sombras en la Hierba” (noviembre de 1960) son pequeños textos descriptivos de la vida en África. La autora escribió las versiones inglesas de todas sus obras. Dos de ellas habían sido publicadas, la aligerada “Farah” como “Portrait of a Gentleman” y “The Great Gesture” en la revista Alt for Damerne en 1957. En 1950 “Farah” se emitió en la radio danesa.

Un gran cambio fue la publicación en 1978 (edición en inglés en 1981 “Letters from Africa”, versión española “Cartas desde África”, Alfaguara en 1992) de sus escritos en África a su familia en Dinamarca, allí ve desvela una realidad distinta a la del libro “Memorias de África”; destaca el gran nivel literario de dichos relatos.

En su madurez junto a Henry Miller.

Un hecho que llama la atención en su literatura es la reconstrucción de sucesos de una forma coherente y explícita, por ejemplo, en la famosa la cacería de leones con Denys Finch Hatton, se relata un episodio ocurrido el 3 de junio de 1928, que en las cartas, aparece que Denys abatió a los dos leones. Posteriormente, el episodio cambiaría y él caza un león que se acerca y termina siendo una hembra, mientras Karen mata al macho. De esta forma es como se cuenta en la película de Pollack.

Y hablando de adaptaciones cinematográficas no sólo “Out of Africa”  (“Memorias de África” de Sydney Pollack) fue llevada a la gran pantalla, otros textos dieron lugar a películas como “Una Historia Inmortal” (Orson Wells, 1968), “Ehrengard” (Emidio Greco, 1982) o “El Festín de Babette” (Gabriel Axel, 1987). Fue nominada al Premio Nobel de Literatura en dos ocasiones, en 1954 y 1957.

Su legado

Aquí la vemos junto al compositor Igor Stravinsky (izquierda) y Jurig Moskvitin.

El Rungstedlund Museum se halla donde ella nació y murió, una finca que su padre había comprado en 1879. Está localizada a unos 20 km. de Copenhague. La construcción más antigua data de 1680 cuando era una posada y a la vez una granja. El museo está abierto al público desde 1991.

A su vez en Kenia, el suburbio de Nairobi, donde se hallaba su plantación de café se ha creado en el Karen Blixen Coffee House and Museum.

Cuando Truman Capote la visitó en 1959, le regaló un ejemplar de su libro favorito (“Porque trata de cosas reales”), el hermoso Memorias de África. Un recuerdo que lleva la dedicatoria “Je repondrai, Karen Blixen”.

-Je repondrai- le explicaba, de pie en la puerta, mientras, como despedida, le ofrecía la mejilla para que se la besara-, yo responderé, un hermoso lema. Lo tomé prestado de la familia Finch-Hatton. Me gusta porque creo que todos tenemos una respuesta en nosotros.

Sin duda, ella la tenía.

 

Saúl Braceras