Bergara B13 Take Down en acción

Bergara B13 Take Down en acción

Carlos Coto

Gracias a su raíl Picatinny podemos montarle desde un visor de punto rojo a uno telescópico.

Hacía tiempo que habían aparecido en los escaparates de las armerías de Argentina estos rifles Bergara de escaso tamaño, los cuales venían precedidos por una larga fama desde su lugar de origen, España, por la precisión de los mismos. También había oído buenos comentarios de gente creíble; es decir, con conocimientos.

Al poco tiempo me surgió una cacería para acompañar a unos amigos y teniendo en consideración que había viajado a la finca sin arma propia, tuve la posibilidad de ver en el armero de la casona señorial uno de estos “riflitos” que parecían de juguete. Fue la curiosidad lo que me hizo retirarlo del armero y comprobar su balance; en eso el encargado de la finca, me dijo: «Veo que te intriga ese pequeño rifle, pero espera a probarlo y te vas a encariñar con é».

No muy convencido, pese a haber tenido monotiros tanto caros como de precio acomodado, me dispuse a salir de la duda. Efectivamente, fue probarlo en el polígono de la finca a las distancias de 50 y 100 metros para quedar prendado, tanto de sus cómodas dimensiones para usarlo desde puestos para esperas nocturnas, como de su precisión.

Estaba usando municiones estándar americanas de la casa Remington con puntas expansivas Core Lokt de 150 grains de peso, ya que como el arma era en calibre .308 Winchester y, de acuerdo a lo estampado en su cañón, el paso de estrías de 1 vuelta en 12, le iban mejor las puntas de peso moderado y no las de 180 grains que siempre uso contra los cochinos cuando utilizo ese cartucho.

Ni hablar de lo fácil que sería llevarlo en un bolso o en una maleta cuando viajamos en esos coches compactos modernos. Otra cosa que me atrajo de inmediato fue la facilidad de desarme, tanto para su limpieza como para transportarlo.

El Bergara B13 Take Down es uno de los rifles que mejor se transportan gracias a su sistema de desarme.

El arma tenía montado un simple, robusto y confiable visor Leupold americano de aumentos variables, firmemente sujeto a la carabina gracias a su raíl Picatinny. Por un momento me desconcertó este tipo de culata denominada en inglés como “Thumhole” o sea que le podemos meter el dedo pulgar y sujetarlo del pistolete como una carabina de competición.

Como soy tradicionalista, no tengo ese tipo de culata, pero debo confesar que luego de unos disparos, la sentí como si la hubiese usado toda la vida, muy cómoda por cierto. Más que cómoda, ergonómica.

Me intrigó el martillo a la vista, ya que es raro verlos en estos tiempos en un rifle, pero gracias a un ingenioso elemento que sale de lado, es muy fácil montarlo pese a tener por encima el visor telescópico. Y por último, me cautivó, el sistema de disparo, se libera en forma suave y sin recorridos, como debe ser un rifle de caza.

Con todo este bagaje aprendido en solo unos instantes, por cierto, muy gratos, decidí que debía probarlo de verdad: cazando.

 

La astucia del viejo jabalí  no pudo contra  el Bergara B13 Takedown

Los que conocen de animales salvajes, especialmente los cochinos, sobre todo los esperistas, saben de la astucia de esos viejos machos solitarios. Como es lógico, han llegado a esa edad gracias a la agudeza de los sentidos de que están dotados, pero sobre todo por las experiencias vividas, los cuales lo hacen recelosos de acercarse a las charcas y cebaderos si lo ven demasiado fácil. Por eso contaré esta historia que si bien transcurrió fuera de España, tiene validez universal.

Me encontraba en el coto de caza privado de un amigo, casi al final de la temporada, es decir, que la finca había sido muy sometida al movimiento y disparos por varios cazadores, motivo por el cual si bien los guarros son desconfiados por naturaleza, en el momento que me tocó ir ya los animales estaban un tanto nerviosos y desconfiados.

 

La  estrategia

El encargado de la finca había colocado cámaras TrailCam, esos maravillosos aparatos que nos ahorran muchas horas de espera al tener una idea del movimiento de los animales, aunque con ello no quiero decir que sea su resultado una ciencia exacta, pero nos ayuda mucho.

El Bergara B13 Take Down es un rifle excelente para cualquier modalidad venatoria.

Había tres lugares en la finca donde bajaban machos viejos de importancia: uno de ellos era un zanjón con agua natural pegado a un monte ralo, lo usaban los animales cuando cruzaban la finca de la parte alta boscosa a una llanura de pastos bajos, donde casi siempre encontraban comida. El otro era una charca en medio del monte, muy visitada por cierto, pero también concurrían piaras completas, lo cual no solo distraen sino que los machos solitarios pueden bajar muy tarde cuando ya han comido los demás cochinos.  Y el tercer lugar, un puesto viejo, bastante mal mantenido y en altura, desde donde se dominaba una charca en medio de un gran claro en el monte. Éste último era mi favorito, pues me permitía hacer disparos quirúrgicos cuando tenía iluminación suficiente.

Los sitios eran muy interesantes y además tenía mucho tiempo por delante y sobre todo, gran dosis de paciencia, ya que la luna tímidamente comenzaba y en realidad no sobraba la luz. Las primeras dos noches las pasé en el zanjón, sentado en un sillón de playa, semi-escondido entre la maleza, con el pequeño rifle, mis prismáticos Leica y buenas dosis de estoicismo.

Bergara B13 Take Down desarmado para ser transportado.

Comenzaba mi espera antes de la caída del sol, ya que me dejaban en una camioneta temprano para no hacer ruidos molestos, aunque la cámara informaba que el macho entraba a comer y revolcarse a eso de las 23 horas. Observando los otros animales que se acercaban a la charca a beber y hasta algún que otro búfalo, se me fue pasando el tiempo hasta que llegó la hora prefijada de mi búsqueda.

Insistí la segunda noche pero cambiando de lugar, buscando que las brisas diesen en mi cara. Pasó también esa noche, pero no me quería dar por vencido por es guarro. Al día siguiente a eso de mediodía, luego de un reparador descanso, volvimos al charco y nos dimos cuenta de que el viejo guerrero había tomado la precaución de dar todo un rodeo para tomar el viento y posiblemente su fino olfato captó el olor humano. Era astuto sin duda, así que di por terminada mi espera en ese lugar y cambiar de sitio al puesto en alto, por lo que le sería más difícil captar mi olor.

El desarme es muy sencillo.

La tercera noche fui a apostarme antes de que bajara el sol, por suerte ya veía un poco mejor con mis binoculares y asistí al espectáculo de ver muchos venados, axis y hasta algún zorro, pero del guarro nada.

Faltaba un par de horas para que me viniesen a buscar y a eso de las 23 vi un movimiento raro cerca del monte que tenía enfrente; enfoqué con cuidado con los Leica y lo vi estático, ventando cerca del monte. Me quedé congelado y hasta conteniendo la respiración, pese a que me separaba unos 70 metros, pero en esos momentos uno cree que puede escuchar hasta los latidos del corazón.

No sé qué pasó pero al bajar los binoculares, algo lo alertó y se metió al monte: ¡Otra noche perdida!

El día siguiente repetí la operación, aunque fui más temprano, con el mismo equipo y controlando el viento que afortunadamente seguía soplando en la misma dirección. Esa noche apareció el guarro como un fantasma cerca de la una de la madrugada. Se movía despacio y con cautela, pero no se animó a bajar, siguió su camino bordeando el monte hasta perderse.Ya era una obsesión, soñaba con el guarro en las horas de la siesta pensado cómo hacer para atraparlo a través de la lente del visor del pequeño Bergara.

El encargado de la finca colocando la cámara TrailCam para tener una idea del movimiento de los animales. Aunque su resultado no es una ciencia exacta, nos ayuda mucho.

Después del descanso y de unos bocadillos, al asomarme por la ventana, vi que el tiempo había cambiado: densos nubarrones poblaban el cielo y hasta caían algunas gotas. Hice que me llevaran al puesto, pero al llegar a unos doscientos metros de él, me bajé y seguí caminando. Tomé muchas precauciones, como no golpear la puerta de la camioneta y llevando en mi mochila algo extra, un impermeable pues el clima se presentaba como para llover fuerte. Subí las escaleras, me acomodé en la silla y puse a mano todo mi equipo: linterna, gemelos, etc. y, por supuesto, el Bergara, que coloqué en un ángulo de la casilla para evitar que se golpease.

Mi estrategia era clara, si el jabalí andaba por la zona y el tiempo era lluvioso, pensé que se sentiría confiado, ya que “nadie” ocuparía el puesto de caza en una noche así. No estaba errado, a eso de las 21,30 horas, miré la charca con los prismáticos donde también se habían colocado los granos y vi al gran y astuto cochino parado de lo más tranquilo, comiendo. Los que conocen estas largas esperas, saben lo lento que nos tenemos que mover para no hacer ningún ruido, pero ahora tenía a un aliado de mi parte, la lluvia, que caía abundante y que, como sabemos los cazadores, tapa muchos los sonidos y ocultan olores.

Odio que me hagan fotos como ésta donde cortan lo que no hay que cortar, como la cabeza del jabalí.

Ya con el pequeño rifle en posición, monté el martillo y le busqué la paleta; el estampido del disparo resonó al unísono con un rayo que cayó cerca iluminando la escena. El pequeño proyectil Core Lokt voló buscando la paleta; escuché el sonido como de un bolsazo y no pude ver nada más.

Como precaución, había llevado un Walkie Talkie y avisé para que me fuesen a buscar, ya que se había largado fuerte la lluvia y mi tarea estaba cumplida. Las correrías del astuto jabalí habían terminado y casi acaban con mi paciencia.

Como era de noche cerrada y llovía mucho, cuando me fueron a buscar no permití que lo pistearan esa misma noche, pues el animal era grande y podría haber quedado herido. Buscarlo en esas condiciones no era prudente.

El lector pensará al final de este relato si en realidad, me gustó el Bergara Take Down. ¡Cuando volví a la ciudad encargué uno igual! Es una pequeña gran maravilla.

Obsérvese la buena calidad del trofeo comparado con un cartucho del .308 Winchester.