.243 Winchester

Un pequeño gran calibre

“No son Gamos, yo veo dos muflones y un hermoso black face, Jorge, y calculo como mil metros…” Me decía Lisandro, trepado en un espinoso algarrobo, en medio de un gran fachinal en la provincia de La Pampa, gemeliando en busca de antílopes negros, una caza de la que soy un adicto, pues rececharlos en las grandes llanuras, es todo un desafío para el cazador. Tienen una poderosa vista y muy buen olfato, además no son curiosos como los ciervos, directamente ponen pies en polvorosa ante la menor duda y salen disparados dando veloces y bellos saltos.

Soy adicto a la caza del antílope negro.

El viento lo teníamos “del través”, es decir ni mal, ni bien, de manera que nos fuimos acercando escondiéndonos tras los montes de algarrobos bajos y algunos caldenes; además, estaba bajando el sol y lo teníamos a nuestra espalda. Llegamos a ponernos a unos 200 metros, yo llevaba mi Ruger .243 W,, al que llamo “la máquina de dar satisfacciones”, por supuesto con mis propias recargas. Como siempre cuento, no cazo con ninguna munición que no haya recargado yo, en este caso con puntas Sierra Pro-Hunter de 100 gr, que no son Premium, pero tienen un comportamiento excelente, y ni hablar de la precisión, que con la pólvora americana IMR 4895 salgo con una velocidad en boca de 2940 pies/seg, haciendo grupos de una pulgada a 170 metros, donde tengo calibrado su cero.

Podría haber disparado desde ese lugar donde estábamos, 180 metros, aproximadamente, pues el viento era muy suave, ya que el fuerte es el enemigo de este cartucho, ya que al ser liviano, en esas condiciones se desvía.

Le pedí a Lisandro que se quedara en ese lugar mientras yo avanzaría hacia los animales. El objetivo era elegir al mejor, y además hacer lo que más me gusta, acercarme lo más posible a la presa, aunque ponga en riesgo el lance.  Fue uno de los recechos que recuerdo con mayor satisfacción; ya estaba a menos de cincuenta metros, había, como dijo Lisandro, dos muflones y un black face. Estaban nerviosos, no me veían ni me podían tomar el aire, pero intuían que algo andaba mal. Yo los miraba con mis Swarovski EL 8,5×42, imagínense a esa distancia, se le podían contar los pelos, los espiaba por entre unos pastos altos; el black face, era sin ninguna duda el mejor trofeo. Lentamente me llevé el .243 W.  a la cara, metí la cabeza del Dall dentro de la Leupold VXIII 3,5-10×50 con retícula iluminada, magnífica definición, aunque a esta distancia, con las miras abiertas se podría haber realizado el disparo sin ningún inconveniente. Por supuesto, puse el punto central, (no tiene cruz, tiene punto) en la barbilla del gran carnero, o sea apuntando al cuello de frente, y salió el disparo. El animal quedó en el sitio con las cuatro patas para arriba, un bello lance en un hermoso atardecer pampeano, donde el sol penetraba el caldenal con puñaladas rojas.

Pruebas en el campo de tiro.

Unos años atrás, en uno de mis safaris en África, en el sur de Angola, en la zona del río Cunene, límite entre Angola y Namibia, nuestros objetivos eran los grandes antílopes: eland, gran kudú, además de leopardo y cocodrilo, sin descartar algún pez Tigre, con grandísimos dientes y muy peleadores que uno de los cazadores para los que armé el safari, quería pescar. John, el dueño de esos grandísimos campos y también el PH y yo, recorríamos los roqueros en busca de lugares apropiados para la colocación de cebos para el leopardo, además íbamos cazando oryx, realmente nunca vi tal densidad de esos animales en ninguna otra parte de África y muchos eran excelentes trofeos, a esos no se les disparaba para cebo, por supuesto.

John usaba dos armas, las cuales iban en la jaula antivuelco del Land Rover, enganchadas de forma horizontal y se las pedía a uno de los tracker cuando las necesitaba, se trataba de un Ruger calibre .416 Ruger y un Ruger calibre .243 Winchester, ambos con municiones alemanas factory, el .416 con punta de 400 gr. y el .243 con puntas de 100gr., los dos rifles con excelentes ópticas.

Cebo colgado.

Justamente el .243 W., era el que íbamos a usar para cazar los oryx con destino a los cebos me sorprendió. Yo tenía mi inseparable .375 H&H Mag., con el que cacé muchos de esos antílopes en safaris anteriores, para mí, para carne y para algunos cazadores que acompañaba; por supuesto le pregunté, si no consideraba un poco escaso el calibre, a lo que me contestó que hacía muchos años que él realizaba su trabajo con ese rifle.  John sabe de mi experiencia en recargas y me garantizaba el buen desempeño del .243 W. para esa tarea.

Al primer oryx le disparó a unos 150 metros, impactándolo en la cabeza, de frente y un poco arriba de los ojos, yo le dije que, con el disparo en ese lugar, hasta una .22 lo hubiese matado, dicho esto me propuso mostrarme disparos largos, exigiendo el calibre y tiros colocados en lugares no tan determinantes como el cerebro.

Realmente África es maravillosa, pues al mismo tiempo que cazábamos las presas para cebos y carne, podíamos ir valorando y estudiando el comportamiento del conjunto arma-munición. Yo tenía mis binoculares Swarovski EL 8,5×42 y mi range-finder, vimos otro oryx de gran tamaño a 145 metros exactos, medidos con el telémetro, habíamos acordado que el disparo no sería un tiro fulminante, el animal estaba perfectamente de costado y nos miraba, John me dijo “se va a empezar a alejar cuando se ponga nervioso y en ese momento le voy a disparar” y así fue. El animal se terció y comenzó a moverse lentamente, dándonos las ancas, John me levantó el pulgar y le disparó algo adelante del cuarto trasero derecho, de forma diagonal, vi  perfectamente donde impactó el proyectil, pues se levantó tierra de su cuerpo y empezó a alejarse a paso rápido.  Yo miré a John y le pregunté:   “¿Qué pasó? Se va, dobla el tiro”  Y él me contestó    “wait, wait, Jorgui.”  El antílope caminó unos ochenta metros y se derrumbó. Rápidamente fuimos y los tracker iniciaron su tarea de recoger primero la sangre, después separar las vísceras (para futuros leopardos), sacar el estómago y por fin cuartear el animal. Pero, en este caso era, al decir de un paisano amigo (que me acompaña a cazar en los desiertos mendocinos), una “masandanga”, es decir el interior del oryx era un total revoltijo de tripas, pulmones, sangre, etc. Si no lo hubiera visto, no lo hubiese creído. En total cazamos 22 ejemplares de esta especie, todos con el .243 W. y a las más variadas distancias.

Comparativa .223 R.; .243 W y .308 W.

Y como broche de oro, otro comentario, John sabía que yo deseaba cazar un baboon de buen tamaño en esas rocosas montañas donde andábamos buscando los leopardos. Los baboones son muy despiertos, desde lejos se los puede ver arriba de las gigantes rocas, pero a medida que uno avanza, se hacen humo, solo quedan los pequeños. En una de esas empinadas subidas, John me muestra un gran ejemplar arriba de un peñasco a muy larga distancia. Lo miro y le digo  “too long”. John paró el Land Rover, y dijo “shoot, shoot, jorgui”. Levantó el parabrisas de mi lado (el parabrisas es partido al medio y se puede levantar cualquiera de las dos partes o las dos a la vez), yo medí la distancia y en mi range-finder marcaba 330 metros, sí trecientos treinta. La telescópica era de retícula mil dot, John me indicó que apuntara con el tercer punto de abajo, el ángulo era de treinta grados hacia arriba, le apunté, mientras John chequeaba con sus largavistas. El disparo dio en el en el medio del pecho, donde se juntan las costillas. Por supuesto fue un tiro fulminante.

Hasta aquí me he referido a la parte práctica, o sea en el terreno, de lo que es capaz de hacer este pequeño “grande”, ahora vamos a hablar de sus características técnicas.

Rifle Ruger .243 W.

Es Winchester quien crea este cartucho en 1955, para su modelo 70, partiendo de la vaina del .308 W. agolletando su cuello a .243 de pulgada. Tomó una popularidad muy grande en los Estados Unidos, debido a sus magníficas prestaciones, para luego trascender a países de todo el mundo. Es un calibre sumamente versátil disparando puntas desde los 55 gr. hasta las pesadas de 115 gr, por supuesto cada arma supeditada al paso de estría (twist) adecuado para cada peso de punta.

Como dije antes, el viento y las largas distancias son los enemigos más importantes de este calibre, y por supuesto cuando menor peso tenga una bala y se dispare a mayor distancia con viento, serán las peores condiciones de uso del .243W.

Cartuchos 243 W., uno con punta Hornady 75 gr, otro con punta Sierra Pro-Hunter 100 gr y el tercero con punta Nosler Partition 100 gr.

Para esas puntas livianas, de las que hay de todas las variedades que desde (55-60-65-75-85 y 87 gr.) los pasos de estrías adecuados (twist) serán los de 1:10, 1: 11 a 1:14 y para las pesadas, en pesos que van desde los 90 – 95 – 100 – 107 – 115 gr, los pasos (twist) adecuados serán 1:7 , 1:8 y 1:9.

Mi Ruger .243 W. de 24 pulgadas de cañón, tiene un paso (twist) de 1:9 y el peso que mejor estabiliza y con el que obtengo la mejor precisión, son con las puntas de 100 gr., estando mis preferencias en las Nosler Partition, las Sierra y también alguna Hornady, como es el caso de las Hornady SST de 95 gr, de un altísimo desempeño en precisión, aunque son demasiadas explosivas como para pensar en animales de tamaño regular, donde las Nosler Partition se imponen largamente.

Otras excelentes puntas que probé, fueron las Lapua Naturalis de 90 gr. No es muy extensa mi experiencia con ellas, son realmente pocas para hacer una sentencia de su comportamiento en mis rifles, pero por lo probado hasta el momento son más que satisfactorias en cuanto a precisión en polígono y en cacería. Creo que tienen un magnífico futuro.

Cajas de diferentes puntas 243 W.

Tengo desarrolladas cargas con puntas de 75 y 85 gr. consiguiendo algunas muy aceptables, después de muchísimas pruebas y ensayos, pero debo reconocer que con un twist de 1:9, no es lo mejor, aunque para Varmint los 75 gr. de punta son extraordinarios, como así también las Hornady Interbond de 85 gr. con núcleo soldado, están a la altura de las Nosler Partition, pero en mi rifle no obtengo la agrupación que sí tengo con las de 100 gr. Y es de una pulgada a 170 metros.

La recarga del .243 W. no es muy sencilla, tiene algunos bemoles y más si el recargador es exigente en su trabajo. En cuanto a las puntas de 100gr. Sierra Pro-Hunter, mi rifle las agrupa a una velocidad de 2950 ft/seg., y las Hornady SST de 95 gr. las agrupa a 2870 ft/seg., y a éstas, si las “apuro”, el grupo ya no es tan bueno, y las puntas Hornady V-Max de 75 gr. agrupan muy bien a 3220 ft/seg. Evidentemente, cada rifle es un mundo, además cada punta tiene una determinada geometría, densidad seccional y coeficiente balístico, que le permiten salir a mayor o menor velocidad, y a nuestro rifle aceptarla de mayor o menor grado, el tema es dedicarle tiempo, estudio, pruebas, gastando muchas puntas, pólvora y fulminantes, para lograr los buenos resultados.

Otra característica notable de mi rifle es que, agrupando en el centro de la diana de reglaje a 150 metros con las puntas de 100 gr, en este caso las Sierra Pro-Hunter, como dije; las Hornady V-Max de 75 gr. agrupan en una pulgada y media, a la misma altura, pero, a dos pulgadas a la izquierda del centro de la diana, de manera, que si yo llevo las dos diferentes recargas a usar en la cacería, alternando piezas más pesadas con otras livianas, (Varmint), cuando use las livianas, deberé apuntar, dos pulgadas a la derecha. No es un descubrimiento, solo es una opción más a tener en cuenta y que yo la uso.

En cuanto a las pólvoras para recargar el .243 W. hay muchas, muy variadas y muy buenas, el tema es elegir la que mejor le vaya a la punta y a nuestro rifle. Las americanas, como las IMR 4350-4064-4895-4831, también las Reloader 15, 19 y 22, y la Winchester 760, incluso nuestra pólvora nacional la A-27 da resultados aceptables, sin ponerse a la par de las americanas, por supuesto.

Proyectiles .243W de izda. a dcha.: Hornady V-max 75 gr., Hornady Interbond 85 gr.,
Hornady V-max 87 gr., Hornady SST 95 gr., Hornady GR BTSP 100 gr. interlock,
Sierra Spitzer 85 gr., Sierra Pro-Hunter 100 gr., y Nosler Partition Spitzer 85 gr.

Otro tema importante a tener en cuenta a la hora de recargar es la calidad de los fulminantes a emplear. Lamentablemente, a mi país lo han inundado de unos fulminantes rusos, que son de lo peor del mundo, y por lo que se ve, no se terminan nunca, de manera que, si al recargador se le acaban los buenos fulminantes americanos o europeos puede irse despidiendo de la precisión de sus tiros, lamentablemente y a pesar de algunos defensores de ese gran negocio.

Para el cazador que no recarga, hay infinidad de cartuchería comercial de muy buena calidad, diversidad de pesos de puntas, con características especiales, a la mano de cualquiera, el tema es empezar buscando alguna que se adapte. Marcas como: Hornady, Federal, Winchester, Norma y RWS son un certificado de calidad y precisión. La polivalencia del .243 W. queda bien demostrada en los diversos ambientes en que son usados estos rifles con excelentísimos resultados, tanto en montañas como en las grandes llanuras, especialmente en nuestra hermosa Patagonia Argentina, en donde se conjugan estos ambientes alternativamente, y en donde la rica fauna es muy factible de ser cazada con toda certeza con este calibre.

El black face del relato.

Tengo amigos en Idaho, Estados Unidos, que se dedican desde hace muchos años a la caza de osos negros, empleando el .243 W. La primera vez quedé sorprendido, pero, aunque soy un defensor acérrimo de los grandes y contundentes calibres, tuve que aceptar que era idóneo para cazar esos plantígrados, aunque descontando que hay que ser un muy buen tirador y sin negar que a veces se está al límite, cosa de la que no soy partidario. También aquel país del norte es sumamente común la caza de coyotes, ciervo cola blanca y ciervo mula.

 

 

Jorge Borque