Polvoreras y cebadores

Apreciadas en su época, hoy denostadas, pero un artículo de colección per se

En su momento eran orgullo de sus dueños y daban claramente una idea de status social, pero más allá de todo servían para lo que habían sido hechas. En el plano del coleccionismo puro y del uso, las polvoreras son una fuente inagotable de formas, materiales usados, sistemas de dosificación, etc. Siempre las he utilizado y utilizo, las veces que en que saco de caza un arma de avancarga. Nunca he tenido problema alguno durante su utilización, y mi padre que cazó todo con avancarga, tampoco, aunque sé que los tiradores de esta modalidad las tienen prohibidas en las tiradas. También muchos tiradores actuales utilizan materiales que dejan residuos y éstos pueden quedar en forma de ascuas encendidas y cuando se vierte la dosis de pólvora desde una polvorera podría iniciar las combustión de ésta y, lo que es peor, hacer estallar a la última, transformándola en una granada que tenemos sujeta por la mano.

 

Los orígenes

Canutos de madera para llevar cargas dosificadas previamente

Son tan antiguas como las mismas armas de fuego y se fueron perfeccionando a la par de éstas. Como es evidente, en sus comienzos fueron un mero recipiente. De hecho, en inglés se llaman powder flask o tarro de pólvora para las polvoreras y priming flask o tarro de encendido para los cebadores. Factiblemente, en el siglo XIV ambos accesorios fuesen de madera y rápidamente, el ser humano comenzó a embellecerlos con distintos materiales con la cuerna o asta de bóvidos y el cuerno de grandes venados o el marfil de los colmillos del elefante.

En cuanto al vidrio como material constructivo, su uso ha sido escaso, por su fragilidad y también porque nuestros ancestros, que no eran tontos, se habían dado cuenta que al usar este material ocurrían explosiones fortuitas, inexplicables, puesto que  hasta finales del siglo XVIII aún no conocían el fenómeno de la electricidad estática, aunque sí los efectos. Los últimos cebadores y polvoreras fueron de metal, latón, cobre y acero y cumplieron a la perfección con su cometido.

 

Mecanismos

Cebadores de gran lujo

Los primeros carecían de él y sólo eran un recipiente con un tapón, pero el ingenio humano no conoce el descanso y seguramente el primer sistema de dosificación fue el de doble entrada, es decir, cuando se colocaba la polvorera en la boca del arma o el cebador en la cazoleta, en posición hacia abajo, se rellenaba de pólvora el canuto o tubo que daba la cantidad, al pulsar el asa de forma rápida se abría el tapón de la boca mientras se cerraba el conducto por detrás.

Otro avance fue que con la misma polvorera se podían dosificar varias cargas, gracias a un tubo que podíamos sacar más o menos, con posiciones graduadas, y que sólo debíamos tapar con el dedo índice la boca de éste, volcar hacia abajo la polvorera, abrir y cerrar el asa del dosificador y restituir a ésta boca arriba para obtener una carga dada.

Otro sistema bastante común era un tambor rotativo que, al girar, estando hacia abajo entraba la carga de pólvora, se volvía a girar y ya quedaba la dosis exacta. En este sistema, también se lo dotó de un tubo que salía lateralmente con muescas graduadas y permitía ampliar o reducir la dosis de propelente. Muchos creen que con la aparición del cartucho combustible las polvoreras pasaron a mejor vida, no es así, sobre todo en el campo deportivo del tiro y la caza. Además, el cartucho combustible es la evolución de los canutos de madera que llevaban una carga dosificada con antelación.

Los que sí pasaron a la historia fueron los cebadores cuando se adoptó el sistema de percusión, pues ya no tenían sentido, su  época había pasado.

 

En la actualidad

Las primeras eran sólo un recipiente con un tapón

Como coleccionista y asistente a diversas subastas en toda Europa de armas antiguas y modernas, he visto con admiración cómo las polvoreras iban ganando más y más prestigio en el sector donde se llegan a pagar grandes sumas por ellas. Hace poco en Alemania vi que se pagaba 6.000 euros por una de marfil realizada en ese país en el siglo XVI.

Qué duda cabe que las más comunes, pero no por ello desdeñables son las británicas del siglo XIX de cobre, como las Dixon, etc. Sobre ellas debo decir que hace 15 años se pagaban unos cien euros por una en buen estado y ahora superan los 400.

De todas formas, las usemos o no, son per se objetos de gran belleza y todo un referente de la cultura que las produjo. Y por encima de todo no están sujetas a reglamentaciones idiotas que tienden a destruir objetos de arte como las armas, por ejemplo, en una armería de Madrid vi hace un año aproximadamente, un fusil Winchester modelo 1866, calibre .44 Henry, completamente grabado y con su cajón de mecanismos de latón y su cañón bañado en plata al que habían tenido que enviar al Banco de Pruebas de Eibar donde habían destruido su valor al estamparle BOPE, cal. .44 Henry Flat. Es como si a la Maja Desnuda le hubieran tapado con pintura negra las partes pudendas, menos mal que las pirámides están en Egipto, aquí las hubieran demolido.

Es increíble pero así estamos en la España del siglo XXI, por tanto si le gusta la historia y el arte, las polvoreras y los cebadores aún son libres…

 

Saúl Braceras