Vladímir Klávdievich Arséniev

Un hombre culto

Explorador, naturalista, cartógrafo y escritor, Arséniev nació en San Petersburgo en 1872. Al igual que otro grande de las letras rusas de su generación, Antón Chéjov (1860-1904), descendía de un siervo, sólo que mientras el autor de Tío Vania lo era de su abuelo, en el caso de nuestro hombre, lo había sido su padre, quien llegó a ser Jefe del Distrito de Moscú de los Ferrocarriles.  

Militar de profesión, durante el reinado del Zar Nicolás II sirvió con el cargo de capitán y recibió el encargo de explorar la región del río Ussuri en el extremo más oriental de Rusia, en Asia, que entonces se llamaban y aún se llama «Lejano Este Ruso». Entre 1902 y 1908 realizó tres expediciones, principalmente a pie, acompañado por cosacos y guías nativos de Siberia.

Este brillante explorador, Vladímir Klávdievich Arséniev perteneció de lleno a esa raza de súper hombres que dieron las potencias colonizadoras durante la expansión de sus imperios. Y al igual que otros de aquellos tiempos fue un hombre gran cultura, interesado por todas las ciencias y me atrevería a decir, que en ellos se repetía un nuevo Renacimiento.

Fue durante estos viajes cuando conoció a Dersu Uzala, un anciano cazador de la tribu de los hezhen, perteneciente a la etnia gold. La gran e íntima amistad que trabaron, marcó al explorador de por vida; su extraordinaria sensibilidad supo captar y aprehender los conceptos de Dersu, que quizá a ojos menos cultivados pudieran parecer simples, pero que Arséniev supo interpretar en su verdadera dimensión. La profunda relación del Hombre con la Naturaleza, y por ende con la caza, cimentó el afecto que llegaron a sentir el uno por el otro.

Sus experiencias a través de las vastas extensiones de su patria las volcó en una trilogía que se compone de: Dersu Uzala, La Taiga del Ussuri y En las montañas del Sijote-Alin: a través de la taiga de Siberia Oriental.

Las andaduras del oficial Vladímir Arséniev recorriendo la agreste taiga de la Siberia Oriental son una fuente inagotable de conocimiento, de poesía y aventuras. Los encuentros con personajes olvidados, las leyendas de los pueblos de la zona, la imponente taiga y las descripciones científicas de animales y plantas forman parte de una obra exhaustiva y, a la vez, dinámica.

La taiga proveía de todo lo necesario

La literatura es para él una forma de exponer la información recopilada a lo largo de sus exploraciones, sirviéndose de una narración amena y ordenada que fluye con la potencia de algunos míticos ríos siberianos.

«En las montañas de la Sijoté-Alín» puede ser clasificado como un clásico de la aventura, un viaje que lleva al lector a un paisaje tan lejano en el tiempo como en la geografía, donde sus habitantes: rusos, chinos, coreanos, manchúes, golds, udegués y otras etnias del lugar pierden el color de la ficción con las aportaciones científicas del autor, enriqueciendo el relato. Más tarde, durante la guerra civil que asoló el país y sucedió a la Revolución de Octubre, gracias a sus conocimientos sobre la diversidad cultural rusa, llegó a ser nombrado Comisario de Minorías Étnicas de la República del Lejano Oriente.

La casa familiar de Arséniev en Vladivostok se ha convertido en la actualidad en un museo que lleva su nombre en el que se exhiben objetos personales y aquellos que logró recopilar a lo largo de su rica vida en pos del conocimiento y la aventura.

Sé que lo he dicho en varias oportunidades, pero el siglo XIX supo dar hombres y mujeres de una talla que hoy en día nos es dificil hallar. Y Vladímir Arséniev fue uno de los más grandes, no sólo por su valor ante la adversidad sino por sus inquietudes y sensibilidad.

 

Museo Arséniev de Primorsky

Inicialmente fue fundado en 1884, abrió sus puertas en 1890 como el Museo de la Sociedad de Estudios para la Región de Amurski y en sus orígenes se trataba de una institución dedicada a la etnografía y arqueología basada en colecciones recopiladas por conocidos científicos como F. Busse, V. Margaritov, L. Shtenberg, M. Yankovski y Vladímir Arséniev. Pos-teriormente, se lo trasladó al número 20 de la calle Svetlanskaya, en Vladivostok, y allí encontramos el museo más antiguo que aún persiste en la actualidad sobre Lejano Oriente Ruso y en Siberia Oriental. Ubicado en el centro de esta ciudad que mira al Pacífico, se trata de un edificio protegido como una obra de arte del siglo XIX, aunque fue construido en 1904 por orden de un famoso empresario, V. P. Babintsev, presidente de la compañía Churin y con los años lleva el nombre del intrépido capitán.

 

El hombre y su obra

He dejado para el final, la obra más conocida de Vladímir Arséniev: Dersú Uzala, y aunque en Occidente ocupa su lugar dentro de la literatura de viajes, caza y aventura, en Rusia lo tiene dentro de la literatura a secas, lo cual es justo. De hecho, Máximo Gorki ha dicho sobre él que además de “su valor científico indudable y tan importante, estaba encantado y entusiasmado por su poder de evocación”. En una carta que le envió agregaba: “usted ha logrado ser, a la vez, Brehm (zoólogo y escritor alemán, 1829-1884) y Fennimore Cooper (novelista estadounidense, 1789-1851).”

“El individuo estaba vestido con una chaqueta y un calzón de piel de reno curtido…
Y en las manos una especie de tridente (o bieldo) que le servía como soporte, y un fusil tan largo como pasado de moda.” Descripción de Dersú realizada por Arséniev

A través de sus páginas viajamos por regiones repletas de fauna y grandes bosques que ocupan desde el Ussuri hasta la desembocadura del Daubi-khé. Allí los hombres existen en forma de cazadores avezados inmersos en la taiga infinita; que aunque nos pueda parecer inhóspita a los neófitos, para aquellos era un hogar pleno de abastecimientos, donde podían encontrar todo lo necesario. De este modo, su subsistencia se basaba en la caza de la cibelina por su piel, de los marales por su cornamenta (el famoso panty para la farmacopea china) y por supuesto, la planta milagrosa: el ginseng. Así, nuestro hombre se enfrentó a aquellas regiones desconocidas en 1902 y durante 20 años no dejó de recorrerlas. La suerte ha querido que este ilustrado capitán nos dejara en las páginas de Dersú Uzala una visión luminosa de un mundo casi ido; pero los que hemos tenido la suerte de recorrer parte de aquellos territorios sabemos que aún están muy próximos a los que conoció Arséniev.

Y en compañía de un grupo de cazadores del ejército zarista y con Policarpo Olenetiev “hombre excelente y hábil cazador” se internó en un viaje que fue el de su vida. Las escenas de caza como la de tigre, el gran y temido amba, no sólo por su fuerza y astucia sino por el valor espiritual que este felino siberiano tenía y tiene para los nativos de la zona o las grandes manadas de jabalíes que “parecía que la montaña se movía”. Si hasta las calamidades que pasaron durante las largas expediciones por la taiga al leerlas se evocan como dulces y bellas.

Pero, una noche se presentó en su campamento quien mudaría el foco de la historia de Arséniev a un indígena, un gold llamado Dersú Uzala. No fue un encuentro fortuito, porque él sabía de la presencia de una expedición de “capitanes rusos” y quiso conocerlos y a poco que los centinelas lo confundieran con un oso y dieran cuenta de él, se presentó ante el fuego de un campamento perdido en el tiempo. A partir de su presencia la narración gana intensidad y belleza, a modo de ejemplo, hay un pasaje en el capítulo 3 donde se ve el universo de este hombre al preocuparse en arreglar un fanza (choza) y dejar cerillas y un poco de arroz porque “…Algún otro va a llegar hasta aquí, verá la barraca y se sentirá feliz de encontrar madera seca, cerillas y algo que comer para no morirse.”

Hay descripciones bellísimas como la del lago Janka en el capítulo 6, donde de no haber sido por la rápida y efectiva intervención de Dersú hubiesen perdido la vida por congelación.

La segunda expedición en 1906 contaba con caballos y tiradores siberianos cosacos

En el capítulo 7 se inicia en 1906 el segundo viaje, que fue mejor preparado que el primero y de hecho, con más cantidad de efectivos. En esa oportunidad en vez de cazadores se utilizaron miembros de un batallón de tiradores siberianos procedentes de las provincias de Tobolsk y Yenisey. “Estos hombres, a decir verdad, eran más bien mohínos y poco comunicativos, pero en cambio estaban acostumbrados desde su infancia a hacer frente a toda suerte de adversidades”.

Es interesante leer cómo Arséniev se despoja de toda soberbia por ser culto y civilizado y reconoce a cada paso la necesidad de que este nativo acuda en su auxilio, pero no será hasta el capítulo 11 cuando se produce el anhelado rencuentro y nuevamente toda la expedición comienza a marchar con mayor facilidad a través ese universo mágico y lleno de vida con forma de bosque boreal. Quizás el capítulo más intenso sea el 12 cuando se produce el encuentro con el gran amba y un desenlace poco habitual, donde el misticismo se erige como actante. “Y ahora, tengo mucho miedo” dice Dersú ante un atónito, aunque comprensivo Arséniev.

Desde mi perspectiva como cazador y lector encuentro en la obra de este capitán ruso los pasajes más bellos de la literatura cinegética y de aventura, porque allí reside la perfección de la naturaleza indómita.

Durante una expedición por el curso inferior del Amur a los 57 años sufrió una insuficiencia pulmonar y aunque fue llevado a Vladivostok, el 4 de septiembre de 1930 falleció.

Vládimir Arzéniev tomaba como ejemplo la figura del gran explorador ruso Nikolái Mijáilovich Przhevalski

Su viuda, Margarita Nikolaevna Arsenieva fue arrestada en 1934 y posteriormente en 1937, acusada de pertenecer a una organización de espías y saboteadores dirigida por su fallecido marido. El caso fue juzgado por un tribunal militar el 21 de agosto de 1938, que tardó tan sólo diez minutos en condenarla a muerte. La sentencia fue ejecutada inmediatamente. La hija de Arséniev, Natalia, fue también arrestada en abril de 1941 y sentenciada al Gulag.

El primer reconocimiento llegó en 1952, cuando una pequeña ciudad, en medio de la taiga, fue rebautizada con su nombre.

El libro Dersú Uzala tuvo gran relevancia sobre todo en Rusia y en la extinta Unión Soviética, y convirtió a Arséniev en un héroe, pero desgraciadamente cuando él y su familia no la pudieron disfrutar. Fue llevado en 1975 al cine por el excelente y preciosista director japonés, Akira Kurosawa. El papel del Capitán Arséniev fue interpretado por el actor soviético Yuri Solomin mientras que el de Dersú Uzala corrió a cargo del también actor ruso Maksim Munzuk.

Sobre Arséniev un famoso explorador de su época como el noruego, Fridtjof Nansen, con quien se entrevistó en Jabarovsk, dijo: “Este explorador nos descubre un mundo desconocido hasta ahora. Lo asombroso es que nosotros, habitantes del Viejo Mundo, conocíamos mejor a los indígenas de América del Norte que a los de Siberia, y sobre todo a los de Siberia Oriental, que presentan un interés más considerable para nosotros. Espero que la obra magnífica y llena de interés de Arséniev encontrará un gran número de lectores”. Sin duda, los encontró.

Saúl Braceras