Vaina cortada y atascada

Ha ocurrido… vamos a solucionarlo

Es una tarde apacible y hemos decidido recargar para nuestro rifle preferido. Comenzamos la tarea limpiando con una nana de acero muy fino la carbonilla que queda en el cuello de las vainas y que, de no hacerlo, rayará la matriz. Las pasamos por la almohadilla para engrasarlas ligeramente. Metemos una en el sujeta-vainas, recalibramos y cuando vamos a sacarla de la matriz sentimos un golpe seco y vemos con horror que el culote y parte de la vaina descansan en él… el resto del cuerpo de ésta se halla dentro de la matriz. ¡Horror de los horrores!

 

Llega la caballería

Lo primero que debemos hacer es serenarnos y quitar el saca-pistones de la matriz para dejar una abertura limpia por la parte superior.

Buscamos un macho de roscar que sea del tamaño adecuado, para saber esto mediremos el diámetro interno del cuerpo de la vaina que se halla dentro de la matriz y no dará una medida X.  A ésta le restaremos entre 0,25 y 0,50 mm., lo cual nos dará el macho a utilizar, no olvidemos que éstos son de medidas estándar y van de a 0,25 mm.

Y encomendándonos al altísimo iniciaremos lo descrito en las fotografías.

¡Suerte!

 

En vainas como la de la izquierda, no hay duda: hay que desecharla. Pero en la de la derecha la rotura está más encubierta y éstas son las que dan problemas. Por ello el examen visual debe ser exhaustivo antes de proceder a su recarga.

 

 

 

Éstos son los elementos que necesitaremos: macho de roscar idóneo al diámetro interior del cartucho y, dependiendo de la conicidad de éste, usaremos uno u otro, maneral, martillo pesado, varilla lo más próxima al diámetro de la boca del cartucho y un par de centímetros más larga para darle mayor rigidez.

 

 

 

Cogemos la matriz en un tornillo con labios de goma e introducimos el macho de roscar hasta que sintamos que se ha agarrado fuertemente al cuerpo de la vaina.

 

 

Entre los machos de roscar, usualmente viene dos o tres, uno tiene la rosca más suave en la extremidad y los otros más abrupta hasta el tercero (si son tres) que apenas tiene comida la rosca. Dependiendo de la conicidad del cuerpo de la vaina usaremos el macho más afín para que más hilos de rosca entren en el interior de aquella y así se sujeta más fuertemente.

Debemos asegurarnos que el macho rosca sobre el cuerpo interior de la vaina.

 

Una vez quitados los labios de goma  cogemos ligeramente la matriz y aplicamos durante unos segundos (5-10 s.) calor por la abertura superior, donde rosca el saca-pistones. Esto hará que la vaina que es más fina se caliente rápidamente.

 

 

 

Metemos una varilla de metal un milímetro más pequeña que el diámetro del calibre de la matriz, y unos dos centímetros más larga que ésta. Miramos al cielo invocando la protección divina y aplicamos un golpe seco con un martillo que tenga buena masa.

 

 

El milagro ha ocurrido. ¡Alabado sea Dios!

 

 

 

Saúl Braceras