Ovis Ammon Ammon y Ovis Ammon Karelini

Argalis en las Montañas de oro

Altai-Ula (Mongolia)

José María Castresana

El Macizo del Altai, las Montañas de Oro las llaman los mongoles, uno de los parajes naturales más remotos y bellos del mundo, paraíso cinegético de los gigantes carneros que llevan su nombre, donde el tiempo se para, donde uno aprende a valorar lo que será una experiencia única en su vida.

Antes de nada, quisiera mostrar mi humildad y mis respetos en el presente artículo a todos los lectores de Armas y Municiones, así como a los cazadores de montaña, hayan abatido o no argalis, haciéndoles saber que pongo el máximo esfuerzo en plasmar por escrito unas vivencias únicas que marcarán para siempre mi trayectoria como cazador. Si existiera algún error, ruego me disculpen.

Abundantes camellos salvajes campan a sus anchas en el extenso territorio mongol.

Recuerdo tantos buenos momentos este pasado verano 2017 que es difícil transmitir en sólo un artículo la inmensidad de un país todavía virgen, fruto de su cultura nómada, aunque con una historia milenaria forjada a base de guerras y batallas que, en el presente, han pasado a ser leyendas, donde el mítico emperador Gengis Khan alcanzó la categoría de Dios en la Tierra, el imperio continental más grande de la Historia.

Todo empezó cuando el conocido outfitter Kaan Karakaya, quien dirige con éxito la orgánica Shikar Safaris, me llamó para darme la que sería la oportunidad cinegética de mi vida, la que muchos grandes cazadores soñarían con vivir alguna vez: un verano entero en Mongolia cazando argalis del Altai, de Hangai, Gobi, e ibex, el cénit de la venatoria.

Caballo de nuestro guía Mara, en Altai

Lo curioso es que habíamos hablado largo y tendido por teléfono, intercambiando impresiones en varias conversaciones durante casi dos años, eso sí sin poder llegar a conocernos en persona, y tuvimos la suerte de coincidir, por fin, en la Cena de Gala de Cinegética 2017, donde nos sentamos juntos en la misma mesa. Estuvimos hablando de la cacería con arco del ibex de Tian Shan y el Sr. Karakaya mostró interés por la zona de Engilchek para su orgánica que, finalmente, ahora gestiona en exclusiva Shikar Safaris. Quedamos en seguir en contacto y, en mayo, me llamó para preguntarme si estaba disponible para Mongolia.

Argali Alto Altai de Ramón Estalella

Cuántas veces habremos soñado todos con grandes carneros e íbices del Altai, del interminable Desierto del Gobi, experiencias reservadas sólo para los más expertos y laureados, Valentín de Madariaga, Ricardo Medem, Enrique Zamácola, por citar los cazadores españoles del Weatherby.  En cuanto me lo propuso, no lo dudé ni un segundo. El 4 de agosto de 2017 estaba ya poniendo rumbo a los dominios mongoles.

Este viaje iba a ser muy diferente, dado que lo enfocaba como guía y no como cazador. Uno podía saber de diferentes subespecies de rebecos, ibex, machos monteses, tur, pero sobre argalis era otra Historia, es un capítulo muy especial en el ámbito venatorio. Tenía que aprender in situ, en cuestión de dos semanas todo sobre los grandes carneros, dado que a partir del día 20 de agosto empezaban a llegar todos los cazadores. Mi interés era máximo, tanto por la emoción de estar en un paraje montañoso inigualable como por aprender rápido para después informar ya sobre el terreno a los clientes con detalle de la calidad de los trofeos que persiguen.

Argali de Altai guiado por mí

Mi viaje empezó acelerado ya que perdí el vuelo de conexión entre Moscú y Ulán Bator y acabé en Seúl, Corea, por cortesía de la rusa Aeroflot, menos mal que al final pude llegar a la capital mongola, eso sí, sin mi equipaje que arribó una semana después. Allí me esperaba Kaan. Empezábamos unos días intensos buscando argalis de Hangai y pude conocer la zona. Sin ropa y con una gélida temperatura en pleno mes de agosto tuve que sobreponerme a las circunstancias, con una chaqueta militar prestada que apestaba a yak. Entretenido estaba, como pueden ustedes comprender.

Regresamos a Ulán Bator para recoger uno de los clientes que aterrizó en su jet privado. Pusimos rumbo nuevamente a la zona que habíamos oteado días atrás. Los argalis de Hangai, subespecie reconocida por el SCI sólo a efectos del Record Book desde 1997, habita en la zona de Hangai y presentan unas características especiales basadas en el menor tamaño del cuerpo comparado con sus hermanos del Altai, pero algo mayores que los del Gobi. Anteriormente estos argalis los denominaban “Mid Altai Argali”. A efectos del trofeo, la curvatura del mismo suele estar más pegada a la mandíbula del animal que los de la subespecie del Altai o Gobi (repito, suele, aunque no siempre). Después de tres jornadas intensas, pudimos cazar un trofeo digno, aunque no era el que esperábamos, dado que el cliente tenía prisa por regresar a EE.UU. debido a sus negocios. Con él habíamos visto un ejemplar mucho más grande, pero el animal estuvo muy esquivo para poder finalizar el lance.

Cazar en montaña requiere destreza, pero por encima de todo, tiempo. Venir a cazar el trofeo de una vida con poco tiempo es una apuesta arriesgada a mi modo de entender. Mongolia es un viaje para disfrutar, para recordar, pero también entiendo que el cliente es el que manda y a veces, en pocos días, el animal deseado no aparece. Esto es la caza en abierto.

Recuperado mi equipaje en Ulán Bator, embarqué a Bayan Olgii, en una avioneta chárter, al oeste de Mongolia, para reunirme con mi gran amigo y experto guía profesional Serkan Mert, con quien pasé cerca de diez días en las montañas del Altai, examinando a los exclusivos carneros de este macizo, los más grandes del mundo. Diez días durmiendo en campo abierto, en una tienda de campaña a más de 3.300 metros de altura. Allí podíamos observar todos los trofeos para los clientes que estaban a punto de llegar, trofeos que iban desde las 59 pulgadas hasta las 67, el que a la postre iba a ser el nuevo récord del Mundo SCI Argali del Altai que abatió el empresario Jimmy John con nosotros, con Shikar Safaris.

Argali de Hangai guiado por mí para un cliente americano en los primeros días de Mongolia.

Los carneros del Altai habitan en el oeste de Mongolia y presentan unas características únicas empezando por su tamaño que puede llegar perfectamente a los doscientos kilogramos de peso. Cuando uno se pasa días y días observándolos, acaba por verlos hasta normales en tamaño pero, después del lance, al acercarse al animal abatido cae en la cuenta de la magnitud de su trofeo, de su cuerpo y, por encima de todo, del respeto que le profesan los guías locales, guardando hasta su sangre como algo sagrado para curar las enfermedades de sus seres queridos

De Bayan Olgii, me dirigí a Ulangoom, capital de la región más septentrional de Mongolia, y de ahí a Uvs, donde habitan los carneros del Alto Altai, que son ligeramente más pequeños. Ojo, no están considerados, todavía, como una subespecie del Récord Book del SCI, pero sí es evidente que los animales de esta zona, aunque enormes en tamaño, su trofeo ronda las cincuenta y seis pulgadas como máximo. Existe interés en calificarlos como “Sayán Argali”, para diferenciarlos de sus hermanos del Sur del Altai. Los Montes de Sayán se encuentran en la parte sur de Rusia que linda con el norte de Mongolia y es la extensión natural del Macizo del Altai. En esta región pasé cinco días solo, conviviendo con guías locales, estudiando las zonas de caza, ya que Kaan Karakaya me había asignado el que probablemente sería el mayor reto de mi vida, guiar a todo un Cofrade Culminum Magister como Ramón Estalella, quien venía a cazar un Argali del Alto Altai.

Ramón Estalella llegó a Bayan Olgii con un gran amigo suyo y con Kaan Karakaya quien voló con ellos desde Estambul hasta Ulán Bator. No había tenido el placer de conocer en persona a Ramón con carácter previo a este encuentro, ni siquiera en Cinegética. Le presenté mis respetos y le dije, lo primero de todo, que intentaría hacerlo lo mejor posible. La conexión fue muy buena y, para ir rompiendo el hielo, además de hablar de caza mayor, intercambiamos impresiones sobre el Instituto de Empresa Business School, escuela de negocios donde él es profesor y yo exalumno MAF.

Barbacoa Mongola

Nos desplazamos hasta el campamento de Uvs donde nos esperaban unos guías locales. Pusimos su rifle a tiro, el precioso Christensen Arms del calibre .270 WSM. Hacía mucho frío el primer día, pero conseguimos ver muchos animales. La densidad era brutal. Dentro de la misma jornada tuvimos nieve, lluvia, sol, la meteorología cambiaba en cuestión de minutos de forma radical.

Uno de nuestros guías locales a quien Ramón y yo apodamos “Toro” nos iba traduciendo lo que comentaban varios guías mongoles distribuidos en distintos puntos de la zona que abarcábamos con el fin de poder localizar un buen ejemplar.

Caballos del Desierto del Gobi

Sabía que esta cacería era muy importante para Ramón Estalella. De ahí que yo estuviera algo nervioso. La memoria de su inseparable amigo Mario Migueláñez estaba presente cada minuto. Mario, también cofrade Culminum Magister, nos dejó para siempre en agosto de 2016 en un fatal accidente que provocó su muerte, mientras perseguía el sueño del Kuban Tur, en las montañas del Cáucaso, al Sur de Rusia. Ramón quería que esta cacería fuera en homenaje a su gran amigo quien, sin duda, le acompañaba en el corazón en este inolvidable viaje. Antes de cada lance, se procedía con el ritual local de ofrecer la cacería a su Dios, al Ser Supremo Creador. En primer lugar, se encendía incienso para que el cazador tuviera buena suerte.

Posteriormente, se brindaba con un trago de vodka y se lanzaba el resto de la bebida al aire. En uno de los primeros lances, cuando habíamos ya fijado nuestra mirada en un bonito animal, una manada de lobos atacó precisamente al argali que íbamos a cazar. Nos detuvimos y observamos, en primera fila, la ley de la supervivencia en estas altas montañas. No se salieron con la suya estos depredadores, ya que el carnero consiguió escapar.

Caseta de los pastores locales nómadas en Bulgan, Altai

El día del lance final, conseguimos acercarnos a un buenísimo argali de cincuenta y seis pulgadas, con enormes bases, que se dirigía a nosotros a unos doscientos veinte metros, a casi tres mil metros de altura. Se notaba la presión. Ramón, con su enorme experiencia en montaña abatió sin problemas al enorme animal con un tiro certero y rompió a llorar en recuerdo a su querido amigo desaparecido. Momentos de enorme emoción contenida durante un año, en una cacería que ya tenían planificada ambos, y que yo tuve el honor de guiar, compartir y presenciar. Ramón necesitaba estar solo unos minutos dedicándoselos a Mario Migueláñez. Tal vez haya sido, y permítanme la expresión, la cacería más importante en toda la carrera profesional de Ramón Estalella por todo lo que conllevaba y que recordará toda su vida.

Contento tras guiar al cazador David hasta este Ibex del Gobi

Días después, Ramón y yo nos reunimos con Kaan Karakaya en el campamento base de Bulgan, al sur de las Montañas del Altai, donde otro amigo suyo estaba cazando otro argali junto a mi compañero guía Serkan Mert. Juntos pusieron rumbo hacia las montañas de Hangai para poder ir en busca de la subespecie de argali que lleva este mismo nombre e inmediatamente después a por un ibex de Gobi y un maral. Menuda cacería estaban viviendo, enorme.

En cuanto a mí, regresé a Bayan Olgii para ir al campamento base de Tolbo, otra región del Macizo del Altai donde tenía que preparar una nueva cacería de argali e ibex. Cinco días más mano a mano,  sin móviles, con los mongoles, durmiendo en sus yurtas, profundizando en sus costumbres. Ya llevaba más de un mes en Mongolia y todavía me quedaba otro más por delante. Lo más duro es la higiene, dado que no hay nada, ni duchas ni aseos, por tanto, sólo cuando regresábamos al pueblo podíamos limpiarnos con un agua gélida ya que ni funcionaba el agua caliente. Esto es Mongolia amigos, aventura en estado puro.

Llegaban al aeropuerto de Bayan Olgii dos estadounidenses con los que tuve la responsabilidad de guiarles en dos cacerías de argali del Altai, un maral, un argali de Hangai, un ibex del Altai y dos ibex del Gobi. Otro cacerión.  Arribamos al campamento base y la meteorología cambió de forma radical, mucho más a una media de tres mil trescientos metros de altura. La fina capa de nieve que cayó el día anterior se convirtió en nuestra peor pesadilla, ya que provocó que los caballos fueran inestables en las imponentes y resbaladizas subidas de algunos tramos de montaña.

En Altai, antes de empezar la cacería ofreciendo el trofeo al Cielo para que me diera suerte.

Observamos un argali de más de sesenta y dos pulgadas que cumplía con creces lo que veníamos buscando, y David, nuestro cliente, un cazador una larguísima trayectoria en África, estaba con ganas de abatir el trofeo de sus sueños.  Empezamos el rececho y conseguí colocar al cliente a unos ciento ochenta metros y con su rifle Gunworks del calibre 6,5 Creedmore. Tumbó al animal en un disparo perfecto. Después de las oportunas fotos para el recuerdo volvimos al campamento base. Estaba yo muy satisfechodado que la confianza que había depositado en mí Kaan Karakaya estaba dando resultados con los clientes.

Al día siguiente, me tocaba guiar a su amigo Sonny con el reto añadido de que tenía movilidad reducida fruto de un accidente, caminaba y subía bien pero cada cierto tiempo debíamos parar para relajar la presión en sus rodillas. Las montañas del Altai no son cualquier cosa, hay que salir muy pronto para llegar a la cima a mediodía. En la zona donde estábamos cazando, los argalis descendían a comer a la falda de la montaña muy pronto por la mañana y justo al anochecer, durante el día volvían a subir permaneciendo en las cumbres. Los espacios tan abiertos hacían imposible un lance certero y, considerando la dificultad física del cliente, tuvimos que montar a caballo lo más alto que pudimos, empezando a partir de ese punto, a pié. Arriba, algo más abrupto, pero con más posibilidades de un buen lance localizamos el animal que queríamos de sesenta y una pulgadas, nos pusimos en marcha. Conseguí colocar al cliente a unos doscientos veinte metros y, tumbado en la posición correcta, controlando la dirección del viento, otro disparo buenísimo hizo caer al gigantesco argali del Altai.  Sonny no se lo podía creer, estaba cumpliendo su sueño.

Récord del Mundo SCI de Jimmy John con más de 67 pulgadas

Desde allí nos fuimos a otra zona a buscar el ibex del Altai para David. El reto era encontrar en pleno mes de Agosto, fuera de la época del celo, un ejemplar grande, dado que los machos no suelen dejarse ver. El único problema que tiene Mongolia es su gélida temperatura otoñal, haciendo imposible recechar estos animales en otra estación que no sea verano u otoño. De ahí que la mayoría de clientes vienen a cazar en los meses estivales de julio, agosto y septiembre. Cuatro días nos llevó alcanzar el ibex de David, quien tuvo que abatirlo a unos cuatrocientos metros de distancia en dos tiros. El primero que le dio en la pata delantera y provocó que el animal cayera perdiendo el equilibrio, y el segundo ya a unos doscientos metros, varios minutos después. Esto es la caza de montaña, no siempre es fácil disparar a largas distancias.

Nos detuvimos en el campamento de Bulgan tres días dado que David perseguía el objetivo de un maral. La población más alta de esta especie en el mundo está en Mongolia. Ya estábamos en la época del celo, mediados de septiembre, con lo que los grandes marales ya estaban enfrentándose con las hembras. Conseguimos abatir uno que era extraordinariamente ancho, con la anécdota que no podíamos colocar el rifle de lado a lado de lo vasto que era. La zona la teníamos examinada dado que con Serkan, a principios de agosto, sacamos fotos de los marales para así poder informar al cliente de lo que podían encontrar durante su cacería.

Cumplido el objetivo del maral, nos pusimos en dirección a las Montañas de Hangai, donde David quería buscar el récord del argali de esta zona. Cuando aterricé en agosto habíamos visto un ejemplar que podía ser récord SCI de la subespecie de Hangai. En Shikar Safaris estábamos llevando una temporada espectacular por la calidad de los trofeos, además de conseguir días atrá, el nuevo récord del mundo SCI de Alai Argali de 67 pulgadas con el empresario y cliente Jimmy John y con Kaan Karakaya como guía. Por tanto, conseguir el nuevo récord del Hangai Argali sería el colofón a una temporada para el recuerdo.

Buscando durante varios días aquel gran ejemplar se hacía difícil, todavía nos quedaban dos cacerías más con los mismos clientes, los ibex del Gobi, con lo que la presión era máxima. Ya no había tiempo que perder. Desplegamos todos nuestros guías locales hasta que al final conseguimos localizarlo. Estaba en una zona de muy difícil acceso y tuvimos que esperar a que empezara a anochecer para que se levantara y tuviéramos opciones de cazarlo. Sabíamos que estaría cerca del récord actual de Dennis Campbell con 249 4/8 puntos SCI. Era ahora o nunca, ya que lo teníamos delante. David ya me había dejado claro que si no cazaba el ibex le daba igual, que el argali era absolutamente prioritario. Coloqué a David a doscientos cincuenta y dos metros, ante el animal de su vida, y no falló. Su templanza era algo fuera de lo normal a la hora de ejecutar el tiro. Pletórico y emocionado se puso también a llorar. Me dijo, “he luchado mucho por llegar hasta aquí”. El resultado ahí estaba, el que probablemente sea nuevo número 1 ó número 2 del Record Book del SCI. Mis piernas temblaban también de la satisfacción del deber cumplido, de haber hecho bien mi trabajo. Era ya de noche y nos dirigimos al campamento base. Vaya cacería llevábamos.

Resultado de la cacería en Gobi, dos ibex y un Argali de Hangai de David.

Nos pusimos en marcha con los ibex del Gobi, pitando en esas carreteras sin indicación alguna, que le dejaban a uno la espalda partida de los saltos que pegaba el Land Cruiser. No entiendo cómo se pueden guiar estos locales de noche y sin GPS alguno en un todoterreno ruso UAZ que parece sacado de la Guerra Fría. Debe estar en el ADN de su cultura nómada. Es algo sorprendente.

Primero le tocó el turno a Sonny. Como había citado anteriormente, su discapacidad física en las rodillas ralentizaba el ritmo que debíamos llevar, sobre todo en los esquivos ibex que al mínimo ruido desaparecían. No era fácil acercarse, estábamos muy lejos, a unos setecientos metros de distancia, algo imposible. Tuvimos que dar un rodeo con los caballos hasta ponernos a unos cuatrocientos sesenta metros. Sonny disparó al ibex, pero salió corriendo con sangre en la caja, el tiro parecía bueno, pero no lo pudimos encontrar. ¿Le había dado? El animal iba tocado, eso sí. Al día siguiente enviamos a los locales a diferentes zonas a buscarlo y lo encontramos vivo, sentado, como si no pasara nada. Finalmente lo abatió a unos doscientos setenta y cinco metros. Cuando nos acercamos observamos que tenía una herida en la piel, justo al borde de la columna, pero no estaba herido de muerte del disparo del día anterior.

Le llegó el turno a David, ya más tranquilo después del éxito del argali de Hangai y con el fin de completar una cacería de ensueño: argali del Altai, ibex del Altai, maral, argali de Hangai y ahora el ibex del Gobi. Tremendo. Montamos los caballos hasta llegar a la cima y teníamos un grupo de unos diez ibex a unos trescientos metros de distancia. Agarré a David y culminamos el rececho hasta una posición de ciento ochenta metros, en la que no hubo opción para el fallo. El animal cayó seco grabándolo todo en vídeo. Increíble.

Regresamos al campamento base y los guías locales nos animaron a celebrar el éxito de esta memorable cacería con una “Mongolian Bar-B-Q”, muy diferente a la que nosotros estamos acostumbrados en nuestras culturas europeas o norteamericana. Consiste en primero matar una cabra delante tuyo y trocearla en pedazos pequeños mientras se calientan con fuego una serie de piedras del desierto a base de excrementos secos de yak y, finalmente, colocarlas ardiendo en una olla llena de agua, para así conseguir el efecto de una olla a presión. Como no hay ollas a presión en estos parajes, una persona se sube encima de la olla para crear el efecto de la presión y así evitar que salga el vapor. Aquello parece que va a estallar, con lo que es muy divertido. La carne dentro de la olla se cuece en cuestión de minutos y finalmente se saca y se coloca en una fuente. El olor que desprende la carne ya cocida es capaz de tumbar a un elefante. Encima, lo sirven dentro de la yurta que no tiene ventanas con lo que uno tiene que ser educado y aguantar el momento como buenamente pueda. Es algo para recordar.

Tal vez regrese nuevamente en el verano de 2018 a Mongolia con Shikar Safaris, aunque ésta, por ser la primera, es una experiencia única en alta montaña que jamás olvidaré. Me quedo con el cumplido de Ramón Estalella, quien me decía “has tenido más experiencia en argalis e ibex en estos tres meses seguidos en alta montaña que lo que muchos otros cazadores de renombre harán en toda su vida”.

Equipo para una expedición de caza mayor de dos meses en Mongolia:

1.-Ropa Técnica de la marca Sitka Gear (Open Country).

2.-Botas Zamberlan.

3.-Calcetines Lorpen.

4.-Trekking Pole LekI.

5.-Prismáticos Leica Geovid 15×56 con medidor láser.

6.-Visor telescopio Leica Apo 65.

7.-Saco de dormir Marmot.

8.-Cuchillo de caza Behring Made.

9.-Navaja Opinel.

10.-Mochila marca Stone Glacier, Modelo Sky Archer 6200.