Mauser mod. 66, cal. 8×68 S

Prueba de campo

Por diversas razones, este viejo rifle podría figurar en el libro de los récords: ha sido utilizado por más de cien personas y ha hecho cobrar más de mil quinientos trofeos de más de treinta especies diferentes de todo tipo y tamaño. En realidad, hace tiempo que dejó de estar destinado a mi uso personal para pasar a ser usado por los clientes de Mayo Oldiri.

Lo adquirí en Armería Argali, (usado, pero bien conservado), hará al menos quince años. Su antiguo dueño fue Chus Martín, o algún otro de su antigua “panda”: Rogelio Fuertes, Falín, etc. Me encapriché del calibre al ver la devoción que le profesaba mi buen amigo y compañero de aventuras, ahora medio afincado en Mozambique, Jorge Martinez Sagrera, excelente tirador y gran “docto” en monterías y en bastantes cosas más. Recuerdo que Jorge vino varias veces a Camerún en el siglo pasado (suena a viejos tiempos), y no se quedó a gusto hasta que no cazó toda la fauna de sabana con el calibre en cuestión.

Sus compañeros le apodaban  cariñosamente “one shot”, pues normalmente nunca necesitaba un segundo disparo para abatir el trofeo. Eso le permitió en su primera visita a Mayo Oldiri utilizar a lo largo de casi toda la cacería un rifle con la uña del extractor rota, y al que había que sacar cada bala después de cada disparo utilizando una baqueta.

El Mauser 8×68 S en el campamento de Mayo Oldiri.

Debo aceptar que, para tranquilidad de los demás mortales, (casi todos mucho peores tiradores que él), su infalibilidad falló frente a un hipo que se paseaba con su pareja, al anochecer, fuera del agua. Se tragó once balas VM de la colección de Jorge, antes de dejar viuda a su compañera de paseos nocturnos. (1)

El segundo lance en el que el 8X68 de Jorge necesitó ayuda a su primer disparo, fue cazando un elefante de sabana conmigo. Jorge se empeñó en tirar al elefante con el 8×68. Yo accedí a regañadientes, con la condición de que si el elefante no caía fulminado con su primer disparo, yo le enviaría un pepinazo sin esperar a un segundo de Jorge, hiciera lo que hiciera el proboscídeo.

Jorge disparó al elefante y éste acusó el disparo doblando la rodilla, pero incorporándose. No esperé un segundo y le envié mi mensaje antes de que Jorge le enviara el segundo suyo. Es probable que mi amigo hubiera acabado, (él, solo con su 8×68), con el elefante, pero cumplimos lo pactado, y, al menos de palabra, nunca me recriminó el que le doblara. Todavía conservo las cuatro balas blindadas del 8X68 que me regaló al final del lance.

Aunque el 8×68 no está pensado para la caza del elefante, Jorge Martínez se hizo con uno utilizando este calibre.

Mi viejo Mauser 66 8×68 me acompañó por el mundo, dándome excelentes resultados y muy pocos disgustos, hasta que me compré el Blaser .300 Ultra mágnum, que relegó al primero a un segundo término. Pero sigamos con el Mauser…

El rifle tiene gatillo de pelo, y he de confesar que la culata le viene un pelín larga a mi brazo corto. Vaya, que el gatillo del pelo es el que viene bien a mi estructura física, por lo que en más de una vez, (sobre todo en los primeros lances), cuando apretaba el gatillo, en vez de realizar el disparo, lo que hacía era armar el pelo.

Recuerdo que en Tanzania, mi hermano Alfredo, (a pesar de tener más envergadura que yo), tuvo el mismo problema, pero con peores consecuencias. Estaba apuntando una cebra y apretó el gatillo un par de veces sin que sonara el disparo. Cuando desencaró el rifle y rozó descuidadamente el gatillo delantero, el arma se disparó y, afortunadamente, la bala se incrustó en un árbol sin causar otro daño que el espantar al grupo de cebras.

El rifle tenía (tiene) otro problema. Si al cargar no llevas la palanca del cerrojo a su posición definitiva, o por alguna razón ésta se engancha con algo y no queda perfectamente cerrada, al disparar, el percutor no ataca suficientemente la bala. Suena el “clic”, puede que hasta pique, pero no se produce el disparo.

Esto me hizo perder el nyala de mis sueños. Estaba cazando en Mozambique utilizando dos rifles, éste y un Ruger .416 Rigby. Siempre me movía con ambos, salvo en el momento de hacer el aguardo en una charca, dentro de un reducido blind, en que no sé por qué estúpida razón decidí abandonar el Ruger. No tardó mucho en aparecer un magnífico nyala al que dejé acercarse hasta la charca. Lo hizo muy lentamente, tomando todo tipo de precauciones. Apunté, no al codillo, sino a un pliegue de la piel que se le formaba en el codillo. Armé el pelo. ¡No podía fallar! Rocé el gatillo y… ¡Clic! El nyala levantó la cabeza del agua y se puso tenso. Yo, con cara de tonto, traté infructuosamente de cambiar de rifle. Al percatarme de mi fallo intenté de forma sigilosa sacar la bala inútil. Con los nervios, el sigilo se convirtió en torpeza y el nyala, ya mosca, echó a correr saliendo de la visión del blind. Cuando llegué a apuntarle, ya estaba retirado mostrándome únicamente los cuartos traseros. Le mandé un recado que acusó, pero se escabulló entre la maleza con el culo calentito. Como soy nulo rastreando, y mi ayudante de entonces no era mucho mejor que yo, dimos por perdido al bicho y me puse a analizar la causa del desastre, que no era otra que la expuesta anteriormente.

La gran aportación de este rifle fue su cerrojo telescópico que permitía el cambio de cañones.

De vuelta al coche me ocurrió la anécdota, que aunque la haya contado cien veces, no me importa repetir. Cuando el chofer nos vio acercarnos corrió hacia nosotros muy excitado.

-Patrón, patrón: acaba de pasar una cebra muy grande. ¡Además era macho!

-¿Cómo descubriste que era macho? Le pregunté.

-Porque tenía unos cuernos enormes. Me contestó el entendido.

Hemos de tener en cuenta que la cacería en cuestión era una de las primeras que se hacían en Mozambique después de veinticinco años de guerra civil, y que cualquier chófer de ciudad de menos de cincuenta años, probablemente no había visto un animal salvaje en su vida. Téngase en cuenta que la mayor parte de los africanos no han salido de su pueblo o villorio, y que aunque mucho tontorrón blanco piense lo contrario, por las ciudades africanas no se pasean los leones ni las jirafas.

Dado el éxito y la efectividad del rifle con la fauna africana, desde la media alta a la pequeña, decidí comprar para incorporarlo a los campamentos un nuevo rifle con el mismo calibre, aunque esta vez de la marca Blaser.

Anoche, mi respetado Jesús Ruano, estuvo dando clases del manejo del mismo a una clienta americana que acababa de llegar y que iba a usar este rifle con el que yo no he llegado a pegar un solo tiro. Las clases debieron dar buenos frutos, pues tras probar el arma esta mañana, la señora, acompañada por su marido, apareció al poco rato con un buen trofeo de cob.

Jesús, que vino con un Blaser con un cañón .416 Rem. y otro cañón del citado calibre 8X68, se confesó también un entusiasta del calibre en cuestión, aunque eso sí, cuando va a la montaña lo sustituye por el Christensen .30/378.

Aunque el 8×68 S no es un cartucho adecuado para el búfalo, muchos, muchísimos han caído ante él.

Anoche me comentó, muy orgulloso, que de vuelta al campamento, ya casi sin luz, se cruzaron con un grupo de búfalos. El rifle lo tenía armado con el cañón del 8; y los búfalos que se estaban moviendo no le permitían el cambio de cañón, por lo que decidió enfrentarse al bóvido con el 8X68. La bala, más pesada que la estándar, tiró al búfalo al suelo, y una segunda lo remató definitivamente. Decía que prácticamente todos los clientes que utilizaron el Mauser alabaron su efectividad y manejo, salvo claro está, un conocido cliente argentino. ¡Ay los argentinos! Que se quejaba estrepitosamente del ruido que producen sus disparos.

El rifle tiene un buen freno de boca, que actúa bien como tal, echando parte de los gases y con ello el ruido para atrás y frenando el culatazo.

A mí, bastante sordo, sea parte por herencia y parte por la gran cantidad de tiros efectuados sin protección en los oídos, me afecta bastante menos el ruido extra producido por el freno que la posible coz del rifle si no lo llevara. Está provisto de un visor bastante luminoso, Kettner 3-12 X 56, aunque no sea de la marca más puntera.  Y su precisión, (al menos la última vez que lo probé), sigue siendo tan buena como cuando lo compré. En definitiva, un gran rifle digno de un museo.

  • Pese a algunos comentarios negativos oídos al respecto, debo afirmar que tanto a Jorge como a mí, e incluso a mis clientes, las balas fabricadas o cargadas por Valentín Madariaga para este calibre, nos dieron siempre resultados muy positivos. Jesús Ruano me indica que dichas balas realmente fueron fabricadas por la firma austriaca Hirtenberguer. Llevan una carga de 200 grains y, desgraciadamente, dejaron de fabricarse hace ya más de quince años. No puedo entrar en la polémica por falta de datos. En cualquier caso estamos hablando del mismo tipo de balas fabricadas o simplemente etiquetadas por VM.

Antonio Reguera