El encame de resinas sintéticas

La evolución hacia la perfección continúa

Tantas ocasiones he disfrutado de la calidad artística de una culata de nogal con un acabado al aceite, que no dudo en afirmar que el arte y el artista están presentes en nuestro oficio. No puedo más que aplaudir los impresionantes trabajos que grandes armeros exponen en todas las partes que componen un arma de caza. La excelencia que hoy existe en este mercado califica a estos profesionales, tanto en artesanía como en arte, cerca de la perfeccíon. Sin embargo, aunque un arma muestre unos acabados dignos de estar entre los cánones de la clásica e inmortal belleza griega, no podemos dejar de lado por qué y para qué existen las armas de caza. La finalidad primaria y principal de este maravilloso instrumento por el que nos desvivimos con total dedicación de nuestro tiempo es, llanamente, acertar en el blanco.

Acertar al primer tiro, dar en el blanco o en nuestro animal deseado, a la primera, que atraviese el diez o llevarnos el trofeo a casa. Esto requiere una técnica, tanto del tirador como del armero que, para mí, también roza los límites de la artesanía y la ciencia para convertirse en un arte puro. El tirador y el arma se funden en uno, la ciencia balística y el instinto del hombre se moldean como un Único Ser, con un único objetivo: que durante los momentos en que la cara se apoya en la culata y la vista se agudiza para encarar esa diana todo lo demás se desvanezca, no exista, desaparezca de nuestra percepción y sólo quede deslizar suavemente el disparador…

 

El concepto es precisión

Precisión en todas y cada una de las partes del arma. En cada junta, en cada vuelta de tuerca, en cada unión, en cada ángulo, en cada curva… en todo. La precisión nace en la mente del creador y la traslada a cada punto del arma. Con ella conseguimos que las variables externas que influyen para obstaculizar su objetivo disminuyan su poder sobre este Único Ser. Aquí, el armero muestra sus cartas, su libro de maestro, es donde viene el examen que probará su valía.

El maestro armero es consciente, desde el primer instante que tiene un proyecto en mente, que el tirador aglutina la cantidad más alta de variables incontrolables. Por eso se centra en trabajar donde puede sacar rendimiento, que es en el arma. Va a intentar que todo el conjunto de piezas y su funcionamiento actúen con el mayor número posible de variables controladas y supervisadas. De este modo, el tirador será quien, con sus conocimientos, su talento, sus reflejos y su instinto, luchará por convertirse en ese Único Ser capaz de dar en el blanco al primer tiro.

Se cree que la acción del arma y su cañón son partes muy determinantes de la precisión. Y lo son, pero existe otra totalmente infravalorada, una que en la gran mayoría de opiniones sirve para que el armero artista luzca sus diseños y trabajos de talla. Es esa parte donde el contacto del tirador con el arma abarca mayor superficie, es aquella donde la cara, y por tanto, cuatro de nuestros cinco sentidos, reciben tantísima información del entorno y del objetivo, aquella donde la vista descansa para afinar la puntería, aquella por la que toda la fuerza del disparo llega a nuestro cuerpo y lo asumimos como un golpe adrenalítico de poder e identificación con la salvaje naturaleza.

Culata con el encame de resinas terminado

Esta parte es clave cuando hablamos de precisión: la culata, que para muchos cazadores y tiradores sólo sirve para sujetar el arma y mostrar una madera bonita o el último modelo de sintética. La forma de apoyarse en ella, la manera en que la sujetamos contra nuestro pecho y hombro son temas que merecen un capítulo aparte. Es hora de hablar de por qué la forma de acoplar la culata a todo el mecanismo y al cañón es sustancial para la precisión del tiro. Estamos hablando de la columna vertebral del arma, que si no está perfectamente sana, nos generará un sinfín de quebraderos de cabeza que, al final, achacaremos erróneamente a otros elementos como el cañón, la munición, técnica de tiro, etc. No importa si la culata es de madera o sintética, la agrupación de los tiros se verá muy afectada si la unión de la que hablamos no está perfectamente ajustada y calibrada.

Ajustar y calibrar son los fundamentos de la técnica necesaria para que nuestra columna vertebral del arma una su culata con sus elementos metálicos. Este ajuste se puede realizar de varios modos, todos dominados por el maestro armero, porque a cada arma le corresponderá un modo distinto, ya que dependerá principalmente de la época del arma, el fin para el que fue ideada y creada y, esencialmente, de su calibre.

Desde los años cincuenta del pasado siglo veinte existe una técnica que hoy en día se puede ejecutar tanto en culatas de madera como sintéticas. Es altamente efectiva porque desde su nacimiento ha permitido que nuevos productos químicos hayan mejorado su evolución, de modo que se ha perfeccionado con los avances tecnológicos. A medida que la técnica ha ido mejorando y perfeccionando sus resultados, ha determinado una mayor exigencia de conocimientos cualificados del armero. El utillaje ha ido cobrando protagonismo porque se desea ejecutar cada técnica de una forma perfecta. Al final, y como siempre, si deseamos aplicar una habilidad perfecta hace falta una alta cualificación del profesional y herramientas a la altura de las exigencias de los resultados. Así pues, esta técnica de encame usa resinas sintéticas especiales para funcionar tanto en madera como en culatas sintéticas. Este modo de proceder para terminar el cajeado de la culata utiliza un contra molde de la acción que se fabrica con la intención de que la acción se ajuste a la milésima en la culata.

Como decíamos antes, dependiendo de la finalidad del arma y de su época tendremos que escoger entre diferentes resinas sintéticas y entre añadir bloques y pilares de aluminio o de acero. Del mismo modo que hacemos caso a la finalidad del arma, más importante es todavía atender a su calibre. Porque cada calibre exige unos ajustes diferentes de otros. No podremos dejar de hacer caso a las diferencias que existen entre un calibre potente y uno normal.

Culata antes de realizar encame de resinas sintético.

El maestro armero sabe que este trabajo es muy exigente en cuanto a concentración se refiere, porque exige un desmontaje total y completo del arma. Debe realizar los ajustes a conciencia con una maquinaria a la altura, ya que es necesario preparar muchas piezas y realizar mecanizados. Como todo trabajo artesanal, no se podrá conseguir ni encargar en ninguna fábrica de armas porque no es asumible para la fabricación en serie.

El encame de resinas sintéticas es personal y única en cada arma, es imposible realizarla en serie. Exige del armero una cualificación alta en conocimientos técnicos y de mecanización. Ninguna fábrica lo asume porque encarece el precio final. Si un tirador o un cazador quiere llegar a conseguir un tiro perfecto y una agrupación insuperable, no puede infravalorar la función de la culata y sus ajustes como columna vertebral de la acción y el cañón.

 

Nota: agradezco la cesión del material para la confección de este artículo a Atlas Armeros, D. José Ramón Dominguis Sala, tel.: 96 654 4141 o al móvil 679431087.

José Ramón Dominguís